LAS MANOS SIN GUANTES SE HIELAN EN MADRID
Maldita esquina, noche fría.
Aire helado que corre entre mis piernas.
Mi cuerpo tirita, mis labios se cristalizan.
Toco en cada cristal del coche que para,
y se marcha.
Maldito traidor.
Pasan. Pasan y nos miran como las más deseadas,
las más odiadas.
Rezo en silencio.
Mi mano toca de nuevo el cristal.
Esta vez para, se queda. Toca mi pelo, mis muslos,
mis entrañas. Maldigo a Dios.
Y maldigo el calor, el frío, mi vida
Me paga y me voy.
Escupo.
1 comentario:
bueno
Es muy maravilloso
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